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lunes, 14 de marzo de 2016

LAS OBLIGACIONES DEL COACH CON LOS CHICOS


El entrenador de aquel equipo estaba que ya no daba más. Intentaba hacer su trabajo, en serio, pero siempre se le metía en la oficina uno de sus jugadores, esos machitos guapos y atléticos, admirados por los chicos, amados por las nenas, todos con buenos cuerpos, y sin embargo allí entraban, a mostrar sus músculos, a incitarle con sus ruegos y pedidos sentados en sus piernas, con sonrisas pícaras de tíos que ya conocen el goce que se alcanza entre los fuertes brazos de un hombre como él. Intentaba resistirse, en verdad, le parecía poco serio, pero rogaban, que si una sobada, que si una mamada, y lo tocaban, justo allí, apretando. Y él no era la roca que golpeaba la ola, aunque casi igual de dura se le ponía. Claro, no podía ser de otra manera, no sabiendo lo que esos jóvenes, vigorosos y sensuales chicos podían hacer con cualquiera de sus bocas golosas. Sabía que sobar nalgas y meter dedos, o la lengua o su juguete, era garantía de que la pasaría en grande. Mierda, cuando llegó era cien por ciento heterosexual, pero con esos calientabraguetas no había machura que durara, dígame cuando bailaban, sudados, en suspensorios… aunque le duraba, cuando se las enterraba, lo que parecía que era lo que más les gustaba. Cálidos y excitantes momentos entre los chicos del equipo.

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