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miércoles, 27 de julio de 2016

ENCUENTROS SECRETOS



Generalmente escapaba y esperaba tan sólo por una probada, una con leche, claro. El lugar con su regla de ropas afueras, le inquietaba, aunque no tanto como para detener a ese hombre casado y con hijos que necesitaba de un desahogo de media tarde. O de un suculento bocado. Y lo que apareció por ese agujero le abrió el apetito. Probó, chupó, lamió, tragó… tan sólo para encontrarse más desesperado, urgido y hambriento. Por suerte ese sujeto quiso ayudarle, y, aunque le avergüenza haberse mostrado tan entusiasta, tan caliente, le emocionó que el otro quisiera, no, que necesitara verle para saber quién era tan puto. ¡La torta! Fue un momento difícil ese, no esperaba que se tratara del mejor amigo, y socio, de su padre, que le conocía de toda la vida. Pero, en fin a veces, en momentos importantes todo sujeto necesitaba de una paterna figura de autoridad, especialmente si era tan caliente como esa. Y, si, había algo suciamente excitante en oírle decir: “si, así, muévelo así, hijito; haz feliz a papá”. ¿Resultado?: Una citas impostergable cada sábado.

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