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domingo, 20 de noviembre de 2016

CURIOSO


Aunque cercanos de toda la vida, a Jairo le parecía que entre su abuelo y su mejor amigo, Vicente, había algo más. Sabía que se habían criado en el mismo barrio, y que Vicente había salido con su hermana, a la que, según todo el mundo decía, amaba, aunque luego todo acabara. Cosa que no terminó con la amistad. A veces, viéndoles reír, cargando a los nietos más pequeños, le parecía pillar cierta… chispa entre ellos, como que Vicente le clavaba los ojos en el culo al abuelo cuando se paraba e iba por algo. Obviamente no sabía que cuando muchachos, y si, muy amigos, y si, Vicente saliendo con Ofelia, Mario, su abuelo, quiso saber cómo hacía para enloquecer a todas las tías, y este, pícaro, le dijo que tendría que mostrárselo en la práctica, pero que sería peligroso porque lo convertiría en su putica. Riendo, Mario le retó y… Bien, nadie besaba así, nadie despertaba tales ecos en su joven cuerpo como esas manos, nunca había maullado como una gata en celo cuando una lengua le explorara de aquella manera, que ninguna lo había hecho antes. Y montado sobre el asunto entendió que su amado amigo tuviera tanto éxito entre las nenas, porque, él mismo, arriba y abajo, ya era una de ellas. Tal vez por eso el joven terminó con Ofelia, y de tarde en tarde se reunían para rascarse esa particular piquiña, porque a Vicente le pareció, toda la vida, que no había otro cariño como el de su amigo.

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