Vicente
sonríe, mirando por entre las cortinas como su joven cuñado incita, excita y se
monta sobre su mejor amigo del colegio, cabalgando sobre el joven y brioso
potro. ¡Lo sabía!, se dice tocándose lo que ya se anima bajo sus ropas. Siempre
había notado el hambre de algo en los ojos del muchacho desde que Corina se lo
presentara como su hermanito menor, un estudioso atleta que era el terror de
sus amigas en la escuela. Eso le hizo reír, porque siempre le olió a zorra
calentorra. Ahora allí estaba, subiendo y bajando ese trasero musculoso y
redondo, gimiendo, pidiéndole cosas. Eso le dijo lo que le faltaba por saber,
que todavía necesitaba más. “Hey, cuñado, ¿muy ocupado?”, les sorprende,
desnudo y teniéndolo bien parado. Un momento delicado donde todo pudo terminar
mal, pero viendo la sonrisa del puto muchacho sabe que tiene las puertas
abiertas a probar parte de ese caliente bocado. Bocado, boca. Boca que pronto
estaría bien ocupada tragando dos buenas pollas.
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