Vistas de página en total

jueves, 4 de mayo de 2017

REO DE GORDAS CACHIPORRAS


Si, estar tras las rejas, saber que los antecedentes le dejarán un tiempo encerrado provoca que el sujeto quiera divertirse a la vista de su recio aunque guapo custodio, que le gritó de todo cuando le detenía, empujándole y casi prometiéndole agresiones físicas. Pero él sabía mejor que eso, miró a través de su disfraz, piensa sonriendo mientras su puño sube y baja, notando la cara cogestionada de asombro y rabia del otro mientras le ve masturbarse. Sabe detectar a un pussyboy a una milla de distancia así se vista de policía machote, o sea uno reprimido, de los ocultos. Se soba y sonríe al verle salivar, jadear contenido a la vista de su pieza. Le llama, le invita a pasar un buen rato, inconsecuente entre hombres, sabiendo el muy pillo que le perderá, que en cuanto ese carajo lo toque, sobe, lama y saboree, cuando se monte sobre él, clavándose el totalmente erecto y caliente instrumento, descubrirá su verdad. La alegría y la total realización de sentir su coño virgen y hambriento haciendo aquello para lo que vino al mundo. 

Sobre él, adentro y afuera, arriba y abajo, ese sujeto gritón encontrará su lugar, experimentando la mayor satisfacción sexual de toda su existencia. La llegada de un tercero tan sólo cerrará el destino de aquel goloso becerro, ahora un compañero lo sabe marica también, y le usará como le dé la gana… a cada rato. Y sí quería gozar otra vez, como lo hacía en esos momentos entre gritos frenéticos, ese pussypoli ya no podría ir con nenas, como si fueran un par de cachaperas cualquieras, ni jugar a solas en su cuarto con su clítoris pulsante e hinchado; requeriría, necesariamente, de la “ayuda” de un buen macho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario