Si,
era sucio sentir la boca de su cuñado tragándole, sorbiendo, chupando con esa
hambre… sobre la cama que comparte con su mujer. Que andaba de viaje teniéndole a dieta. No era su culpa
vivir caliente, enviándole cosas para estimularla a regresar, ni necesitar un
desahogo donde lo encontrara. De los reparos iniciales no quedaba nada. No
cuando esa boca devoró cada centímetro de su tenso y pulsante problema,
succionando no sólo con ganas, con avidez. Fue intenso el momento cuando,
apoyando la punta, fue separando los pliegues del carnoso y musculoso orificio,
que se abría para dejarle entrar, conquistar y dominar. Y una vez que lo hizo,
penetrando con todo, sintiéndose atrapado, todo desapareció de su mente. Después
de todo era un hombre y un hombre tiraba palo a todo mogote, no había putica
que se le escapara si parecía que quería, y el cuñadito quería, vaya que lo quería.
Así que lo tomó con fuerza y rabia, profundo y a fondo, como no tomaría a su
propia esposa. Le gritó cosas, le nalgueó mientras lo taladraba, sin piedad,
sin preocuparse de su dignidad o respeto por sí mismo, gritándole que tan sólo
era una zorra. Quería que así se sintiera y comportara. Quiere darle y darle,
dejarlo lleno, agotado, ver que de su entrada manando una choreada… Como le
gusta a cualquier hombre al terminar con su nena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario