Por
fin aquel tío le había invitado a su apartamento a tomarle unas fotos “artísticas”,
se dijo Tinito sonriendo socarrón. Por un tiempo temió que nunca lo hiciera; ya
todos sus amiguitos habían pasado por el "estudio” del hombre, y todavía andaban
temblando y jadeando por la experiencia. Todos menos él. Hasta ahora, cuando
pícaro sonría y posa, impacientándose con el pasar de los minutos. ¡Quiere lo
suyo ya! Y no puede contenerse cuando el sujeto se lo ofrece, tocándolo sobre
el pantalón, tan grande, tan duro, tan justo como le gustan. Había esperado
tanto que al verlo no pudo contenerse y tomarlo, relamiendo duro, comprobando
lo distinto que era cuando se trataba de un hombre al de otro chico. La nariz
sobre el pubis fuertemente oloroso le hizo gemir y babear, las pelotas
golpeándole la cara con las embestidas le hizo rogar un “métemela”. Y lo hizo,
aunque todavía se burló un ratico, rozando, introduciendo sólo la punta hasta
que le hizo chillar como una puta. A cada llenada, a cada lechada, más le
gustaba. Y tenía juguetes, porque le gustaban los juegos. Le hizo decir cosas,
prometer otras, como asegurarle que sí, que iría en pantaletas a una reunión de
su “clase de arte”, con sus amigos, todas cosas muy excitantes. Para luego
dejarle probar su queso, lo que terminó volándole la tapa de los sesos. Son
tíos que le gusta el sexo, no se les puede criticar por eso.
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