Había escuchado los cuentos y los creyó una leyenda campirana, chicos que desaparecían en esos bosques. Pero su novia al fin había aceptado tener sexo y por eso la llevó al despoblado; no esperaba que la tienda fuera asaltada por esos sujetos gritando en medio de la noche, que hicieron huir a la chica monte adentro, perdiéndose y corriendo peligro de muerte, y llevándoselo a él, atándole… y ordeñándole. Una y otra vez, entre risas e insultos, amenazas y demandas. Manos y bocas se turnaban, a veces otro apretado agujero, que subía y bajaba hasta que estaba a punto y nuevamente uno de los recios, viriles y brutales rostros aparecía, ansioso, boca abierta esperando la chorreada. Estaba aterrorizado, ¿qué pasaría cuando se secara? Y al paso que iba…
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lunes, 5 de junio de 2017
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Había escuchado los cuentos y los creyó una leyenda campirana, chicos que desaparecían en esos bosques. Pero su novia al fin había aceptado tener sexo y por eso la llevó al despoblado; no esperaba que la tienda fuera asaltada por esos sujetos gritando en medio de la noche, que hicieron huir a la chica monte adentro, perdiéndose y corriendo peligro de muerte, y llevándoselo a él, atándole… y ordeñándole. Una y otra vez, entre risas e insultos, amenazas y demandas. Manos y bocas se turnaban, a veces otro apretado agujero, que subía y bajaba hasta que estaba a punto y nuevamente uno de los recios, viriles y brutales rostros aparecía, ansioso, boca abierta esperando la chorreada. Estaba aterrorizado, ¿qué pasaría cuando se secara? Y al paso que iba…
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