Sube
y baja viéndole estremecerse, oyéndole gemir y lloriquear, pedirle que no parara
y que se la tragara toda, como si pudiera pensar por un segundo en dejar por
fuera algo de tan rico manjar. El joven gerente sabe que está mal lo que hace,
usar su cargo a la hora de contratar para conseguir dar chupadas, pero no podía
resistirse, no ahora que oler bragueta y velar hombrías parecía ser su vida.
Como les pasaría a esos pasantes que querían complacerle por el contrato de
trabajo, lo dejaban esperando salir rápido de eso y olvidarlo. Inocentes,
ignoran que cuando le hicieron aquello, él mismo pensó que podría, pero al
tener la primera en su boca, pulsando y mojado, tragando lo que vomitó,
confuso, extraviado, no comprendiendo lo que sentía debió probar otra vez. Y
otra y otra. Ya no puede parar. Lo mismo les pasaría a ellos, a los pasantes.
Para dejarlos acabar les exige que correspondan con sus bocas, y tan caliente
como están lo hacen… jodiéndose ellos mismos mientras lo gozan.
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