Comenzó
como un juego, salir y exhibirse frente al tipo gay de la casa de al lado;
excitarle, conseguir que le siguiera tras las ventanas. Sonreía al imaginarle
emocionado. Así, de los bañadores largos pasó a los bikinis, luego a esas tangas,
a acariciarse y tocarse, a doblar la cintura y bailar el trasero en su
dirección, mirando sobre un hombro, sabiendo que, aunque oculto, le miraba con
la boca seca y todo lo demás mojado. Le gustaba tanto hacer aquello que por
segundos le tenía preocupado. Pero no, todo estaba bien, sólo se burlaba del
tipo gay que no era tan macho como él; no había nada de malo cuando apartaba la
tirita y con un dedo jugaba con su entrada, ni cuando clavando lentamente un
dedo, gimiendo lo mecía, o que estuviera pensando, tan sólo para atormentarle,
en comprarse un dildo de los que usaban los pesos pesados…
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