Pasa.
Hay una tarde de cervezas en casa de uno de los panas viendo un juego y se
ponen traviesos. Al menos los más íntimos de ellos, los que llevan más tiempo
de amigos, esos a los que los otros dos miran asombrados, mamando. Estos dos,
desconociendo qué tanto juegan entre ellos, se alarman con las lenguas en los
traseros, queriendo escapar de esa cama, hasta que les ofrecen otras cavidades
y apretados agujeros. Lo que resulta desconcertantemente perfecto para terminar
una aburrida tarde de domingo, empleándola con los, aparentemente, insaciables
muchachos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario