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domingo, 2 de diciembre de 2018

NO FALLA



Cuando usa uno de sus hilos dentales sobre su recio cuerpo, en los vestuarios del gym, sabe que los tíos indefinidos, los que se ocultan aún de ellos mismos, no pueden apartar la vista de la pequeña pero llena maleta por dónde sacan la envergadura del pasajero. Eso era llevarla, acercarse a uno de ellos, de cara roja y ojos lastimosamente anhelantes para que pronto se le estuviera metiendo por el alma, con todo, mientras le preguntaba, como parte del ritual de apareamiento y de nacimiento de nuevos chicos, si le gustaba sentirlo en su dulce vagina, que se notaba que nació para eso por la forma en la que apretaba. Eran palabras y juegos de dominio y control en el sexo, algo que todo hombre ama, como demostraba que siempre llegaba otro y otro para recibir su parte de lo que se repartía sobre esa banca, también.

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