Oh Dios,
¿cómo no pensó que pudieran revisar su equipaje?, ¿que un guardia joven, fornido
y sexy con pinta de ex marine iba a examinar sus cosas encontrando el
consolador que tanto alivio le brindaba? Porque seguro que imaginaría que era
suyo; si, ya lo sabía por la mirada que le lanzó. ¿Acaso por esos sus manos le cataron
así, lenta y firmemente, haciéndole consciente de su masculinidad? ¡Mierda, el
butt plug! En la prisa por salir esa mañana se lo había dejado y… Joder, lo
notó al pasar las manos, ahora quiere revisarle más y… Ohhh, ¡se lo estaba sacando
y metiendo! Pero qué abusador, ¿acaso creía que podía tratarle como a un pedazo
de carne tan sólo porque…? Hummm, le lengua, ¡usó la lengua! Estaba perdido, él
otro sabía que se le mojó, que le gustaba que le hiciera eso, que estaba
pidiéndolo: ser machucado por un carajo. No puede hablar, tan sólo gemir y
bailarlo hambriento de macho; sabe que su cara resplandece, que su aliento se
agita, que su mirada es oscura y anhelante. Pronto estaría tomándole, usándole duro,
tenía carita de que lo hacía rudo, rápido y a fondo, y con sólo imaginarlo sabe
que le gotea y le pulsa entre las nalgas. Bien, parecía que llegaría a la casa,
con la familia de su novia (la misma que no conocía todos sus secretitos),
chorreando esencia de hombre bajo sus ropas. Y la idea le pone tan cachondo que,
humilde, le pide que nuevamente lo revise.