No le hacía gracia
tener que compartir esa noche el cuarto y la cama con el hermano mayor de su
mejor amigo, del cual todos decían que era medio maricón. Si a eso se sumaba
que su novia le había arrojado del dormitorio asignado a ambos porque le vio
hablando con una de las damas de compañía del matrimonio que se efectuaría al
siguiente día, dejándole caliente y frustrado, se entiende su disgusto y el que
no estuviera de ánimos para notar las miradas apreciativas del otro muchacho.
Pero ya en la cama, aunque intenta no recordarlo, le parece escuchar a su
propio hermano que se goza a su compañero de cuarto en la residencia
universitaria, porque aunque no era gay, disfrutaba de tener a sus pies a un
chico guapo que admiraba su cuerpo, que adoraba su enorme atributo y que lo
alojaba en todos sus huecos, gimiendo de gratitud mientras lo hacía. A
diferencia de su novia (la de su hermano), como la suya propia. Tal vez por
eso, cuando el hermano mayor de su mejor amigo inicia su acercamiento, no pone
tantos reparos. Quién sabe, tal vez naciera una larga y beneficiosa amistad,
que incluyera mamadas y penetradas a la hora que se deseara.
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