Le avergüenza
sentirse tan caliente leyendo lo que esos hombres le escriben, lo sucio que les
parece, lo guarro que lo imaginan, lo cachondo y pervertido que era… Le tienen
mal los insultos, la humillación y la degradación a la que es expuesto por
cuenta propia, imaginando lo que esos carajos hacían con sus manos, en sus
cuartos, cuando no están escribiendo para llamarlo cosas. Bien sabía el carajo
que le llevó a eso, su cuñado, el marido de su hermana Lola, lo que le
terminaría pasando si usaban esas vainitas que calentaban tanto, en los putos,
sus ardientes conchas.
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