León
ya no recuerda cómo comenzó todo el despelote en su vida. Claro, pudo ser
cuando su mujer insistió, molesta, en que debía acompañarla a las juntas de
condominios y a las reuniones de padres y representantes del colegio, y alguien
empezó a llevar vino, mucho vino del bueno. O cuando ella le dijo, después de
que vieron algunas cosas, que debía ser más amable y abierto con otros hombres
en esas reuniones, después de todo eran amigos. Aunque sabía que en cuanto se “abriera”
uno de ellos lo llenarían con sus duras atenciones. Pero él sospecha que fue
cuando ella comenzó a comprar esos juguetes que se colocaba alrededor de la cintura
y con los cuales, con otros tíos, le daba. ¿Por qué pasó todo eso?, una tarde,
después de una junta caliente, jadeante y sudorosa, lo supo de su propia boca,
cuando acercándose a donde ella hablaba con otra, la escuchó decirlo: “No se
por qué será, pero me pone totalmente caliente escuchar a mi marido gimiendo
como una perra cundo uno de nuestros amigos se lo rastrilla; y lo que más
quiero es que lo haga cuando se lo cepillo yo”. Bien, ¿no iba a terminar todo
cómo terminó?
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