El
mañoso profesor quiere hacer un bien y por eso tapona el desagüe, para llamar
al joven conserje del edificio, ese adorable chico que debió casarse apurado
por preñar a una amiguita, dejando los estudios y trabajando en lo que fuera
para sostener a la familia. El hombre siente pena de su vida y va a liberarle
de tanta presión a darle una válvula de escape… por el trasero. Una salida
anal. La trampa montada funcionó, el chico luchó contra aquello al principio,
como imaginó, pero no duró. Necesitaba eso, sentir, experimentar, follar, ser
guiado, dejar de pensar que tenía sobre sí el peso de su vida. Eso lo consiguió
sobándolo, haciéndole tocar, chupar y lamer, gruñéndole los: “Si, así, déjate
llevar, muéstrame lo que tienes, no sientas vergüenza. Enséñamelo todo para que
lo tome. Y lo tomaré y lo vas a gozar, está en tu naturaleza. Quieres
complacerme con ese cuerpo bonito y masculino. Tus poses de preña chicas son
sólo una fachada, lo que quieres es descansar sobre mi cuerpo en mi cama, que
te diga hermoso, que juegue con mi dedo en tu agujerito rico. Entre mis brazos
no tendrás que preocuparte ni por pensar. En nada. Sólo sentir, chillar y gozar
como mi hembrita”. Fue sublime cuando, con la carita roja, el chico, sonriendo tímido
gimió un: “Si, me gustaría”.
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