El
peluquero de señores, conocido dentro de un grupito selecto de clientes que temblaban
cuando iban para que los atendiera, sabía cómo peinarle esos cortos pelos… Tan
bien que lo disfrutaban entre temblores y ruidosas algarabías. Una buena manera
de sacarle el jugo a una tranquila tarde cualquiera en la barbería.
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