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martes, 28 de agosto de 2018

EL DESPERTAR



En brazos del mejor amigo de su hermano, mientras la esposa lleva a los niños al cine, aquel joven solloza y gime. De muchacho soñaba con su primera vez, con el chico guapo que se sonrojaría mirándole, que le invitaría a tomar un café, a caminar por las calles una tarde de vientos, con las hojas cayendo de los árboles, chocando sus hombros, disimuladamente tocando sus manos, robándole un beso antes de terminar en alguna pequeña pieza, explorándose juntos, descubriendo el camino. No pensó que ocurriría en aquella fiesta, donde el hermano de una amiga lo empujaría llamándole sucio invertido, que notó que no dejaba de verlo, preguntándole grosero “¿querías esto?”, sacándosela de los pantalones y arrojándole sobre sus rodillas, casi asfixiándole con la barra pero también con el olor a sudor y orina; rugiéndole cosas feas y denigrantes, burlándose de su miedo, para luego robar su inocencia entre rudas y crueles embestidas, dejándole todo chorreado, pateándole por la baja espalda para que cayera de panza en aquel piso de baño, donde otros mirarían y reirían. Abandonándole allí, indolente, totalmente adolorido y humillado, degradado… Muy caliente en su cama dos noches después. Buscando desde ese entonces a ese tipo de chicos que le buscaban para que les aliviara. Cosa que lo excitaba, ser usado y dejado de lado. Será como le dijera ese sujeto aquella primera vez, viendo que se había corrido, riendo de manera cruel y odiosa: “Bien, otro marica ha nacido”.

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