Joder,
se dice el hombre escuchando los gritos y jadeos, la cama chirriando por las
embestidas y empujones. Ese muchacho le había salido increíblemente puto; salía
cada tarde dizque a ejercitarse, pagando un realero en gimnasios, y regresaba a
los pocos minutos con un tío fortachón a encerrarse en el cuarto, quemando la grasa
allí. No puede evitar sonreír, pegando la oreja y oyendo los ruegos, las
suplicas por más. Orgulloso. El catire la había salido tremendo… Aunque raro
(así lo pensaba), era de los que arrasaba. Bien, así era él a su edad, con las
muchachas, claro.
¿No
sería un mundo mejor ese donde todo padre entiende?
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