Por vergüenza,
Tinito nunca le contó a nadie que cuando vivía con Mariana en aquella pensión de
mala muerte, y les iba bien mal, el casero venía y se cobraba en especias el
alquiler. Era algo que violentaba su heterosexualidad, quería oponerse, pero
este llegaba, lo mangoneaba, le nalgueaba, lo tocaba, lo sobaba, hundía sus
dedos en él, también sus juguetes, le ataba y le usaba. Le tenía bien cogido… en su juego
de control. Nunca contó todo lo horrible que fue… saber cuánto le gustaba ser
dominado por ese tipo abusador, grosero y ocioso. Nunca le dijo a Mariana que
así conseguía comida también. Claro, tampoco le contaba que era con él con
quien pasaba ese fin de semana cada año cuando decía que iba de pesca con sus
hermanos, que le cubrían imaginándole con otra tía, no atado sobre un colchón
inmundo, el rostro gimiente contra varios calzoncillos usados, su trasero bien nalgueado
y sus agujeros…
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