Intenta
controlarse y disimularlo mientras entra y encuentra a ese carajo apuesto,
triunfador y vencedor. Pero le cuesta, como maricón siempre caliente sueña con
machos heterosexuales que lo maltraten mientras lo toman y se le meten rudamente
por todas sus entradas, en cualquier lugar. Por eso daba esos masajes a domicilio.
Tiembla al ver al tío, con ese cuerpo perfecto, velludo, tatuado de macho cabrío.
Muere, y hasta le pagaría, por tocar sus músculos, lamerlos con hambre, marearse
con los aromas de su entrepiernas. Mierda, se dice, el otro se ha dado cuenta.
Pero sonríe. Eso le hizo temblar más. Sabe que tragará y saboreará, y que será
cabalgado y llenado por detrás…
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