Ahora
les grita, insulte, “tomen, putos, tomen; es lo que querían, ¿no?”. Hasta hace
media hora eran sus colegas de trabajo en esa obra de demolición, sus socios de
parrandas y hablar de tías mojadas cuando les miraban laborar, pero en cuanto
descubrió que eran unos putos calientes y enloquecidos por las enormes, gruesas
y duras masculinidades de los machos de verdad, hizo lo que quiso con ellos, denigrándolos al hacerlo mientras estos gemían y gritaban, pero de puro gusto. Ser tratados
de esa manera era todo lo que buscaban. El mundo estaba lleno de tíos así, necesitados
de ser utilizados, entiende el cabrío, decidido, desde ese momento, a encontrarlos.
A todos. Y a darles lo suyo.
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