Conteniendo
las risas, los muchachos dejaban el colegio, se llegaban al baño y se asomaban,
mirando con ojos muy abiertos, bocas iguales, de asombro y algo de calenturas,
a todos esos tíos que, sin importarles dónde estaban o que alguien pudiera pillarles,
caían rendidos de rodillas ante lo que necesitan probar. ¡Y cómo tragaban!;
gula que provocaba, al menos en la mitad de los mirones, que se preguntaran qué
tal si en el baño del colegio, frente a un compañerito acuerpado y riente de
sus repentinas ganas, le pedían…
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