Aunque
suene a cliché, un buen entrenador sabe justamente qué necesitan los usuarios
de su trabajo. Y nada mejora un negocio que se inicia como dejar a estos
complacidos, después de gritar, lloriquear, lamer, sentirla llegarles la rutina
hasta el fondo… del corazón, y dejárselos chorreado de pura satisfacción. Caliente.
A un carajo así no le faltan clientes.
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