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miércoles, 6 de junio de 2018

AL CALOR DEL MOMENTO




No, no era su culpa que ese compañero de trabajo con quien debía compartir cuarto se embriagara de tal manera, ni que fuera tan caliente, o que él mismo estuviera algo tomado y desaparecieran ciertas restricciones. Las que se había impuesto a lo largo de los años, cuando en la universidad, con un buen amigo y compañero de clases se la pasaba para arriba y para abajo, se ejercitaban y salían juntos de pachanga, siempre tocándose y jugando, como cuando sobre su cama leía y ese chico llegaba y se le subía encima, y lo maraqueaba diciéndole que lo preñaría. Ni que bebidos en una fiesta decembrina, compartiendo cama, semi desnudos, lo repitiera, poniéndose duro, él paralizándose, alcanzado por sensaciones nuevas contra sus nalgas, en la raja entre ellas. Que las prendas bajaran, pero que riendo, el otro dijera que no acertaba a meterla (estando algo más tomado), invirtiéndose los papeles, él si lográndolo, comiéndose y saboreándose su cereza, haciéndole chillar, saltar y suplicar por más, fue igual a la amistad acabándose al otro día, jurándose en ese entonces, herido, que nunca más. Casándose y todo, pero ahora, con el bello semental a la mano, tan tomado… bien, estrictamente hablando no era su amigo, amigo, ¿okay?, así que no nada se perdería. También parecía que lo esperaba y que lo disfrutaba. Después de todo, sólo se tiene una vida para vivirla.

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