Viéndole
aquellas nalgotas redondas color canela,
y las miradas que le lanzaba al salir del agua con la trusa blanca, la fiesta
entre vecinos que comenzó en la piscina continúa en la cama que ese carajo, que
gime y se estremece mientras lo aprieta y lo goza, comparte con su esposa.
A la
hora de las donas, el joven uniformado deja su patrulla para revisar los baños,
sabiendo del colegio cercano consideraba su deber agotar las municiones de
cualquier arma engatillada. Todo un héroe protegiendo la inocencia de esa
muchachada.
Tinito
creía engañar a sus amigos, sobre que quería probar una vez para ver cómo era y
dejarlo todo en el pasado. Todo hombre sabe reconocer un vicioso coño bien
adiestrado por los machos con sólo mirarlo, ya no digamos al llenarlo.
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