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martes, 12 de enero de 2016

CHICOS, SUSPENSORIOS Y GANAS


Después del colegio y de la práctica en la cancha con el resto de los muchachos, y antes de ir con su novia, el chico, joven, guapo, dulcemente agresivo y aventurero se entrega a su otra vida. La secreta. La real. Esa que experimenta intensamente en aquellos baños de múltiples agujeros de gloria, los cuales le hacen arder de lujuria nada más llegar. Lo rodean ojos codiciosos mirando su cuerpo casi adolecente aún; machos trastornados porque lo huelen todo putito y caliente. Como varios gimnasios quedan cerca, así como dos canchas de futbol, transpirados paquetes que abultan sobre los suspensorios se le ofrecen. Y el chico, jadeante, mirada nublada, es incapaz de resistirse al llamado, a la cercanía de todas esas masculinidades que le prometen de todo. Se inclina y toca, toma, olfatea, hunde su carita traviesa, repartiendo besos y lametones con su entusiasta lengua. El calor sube, las ganas de los tíos también, y la lujuria del chico se  multiplica; las quiere todas, absolutamente todas llenando sus entradas. Hombres y más hombre rodeándole, dándole duro. Y por un rato, sólo allí y en esos momentos, quedaría algo satisfecho, capaz de volver a la otra vida… hasta el día siguiente.

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