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jueves, 29 de septiembre de 2016

MACHOS EN LA FRONTERA



Entre hombres rudos, castigados por el sol y los desengaños, con mujeres que se quejan por la falta de plata y las duras condiciones de vida, se dan esos furtivos y necesarios encuentros. Apartados, alejados, escondidos pasan el rato; única manera en la que pueden hacerlo en una tierra donde los hombres todavía se tocan únicamente para palear. Gruñendo bajo el sol que quemaba su cogote, excitado y sonriendo socarrón lo ve llegar, y sin mediar palabras ya estaba tragando, urgido, sorbiendo, chupando, hambriento de toda una semana sin darse uno de esos encuentros. Sonreía en esos momentos, dándole duro, disfrutando del instante en que, de rodillas, el otro macho era el apasionado sumiso de su duro y goteante encanto. Pronto la tortilla se volvería y pagaría las atenciones que el Marshall le brindaba… desde que le pilló comiéndole los duros encantos a cinco indocumentados mexicanos que colaba por la frontera por unas pocas monedas. El negocio eran las chupadas, una afición que no podía publicitar ni dejar que se supiera. Aunque no era lo único que le podía dar felicidad, como descubrió de rodillas mientras gemía y pedía que se la llevara hasta el fondo. Eso le encantaba aún mucho más.

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