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lunes, 26 de septiembre de 2016

SIN MASCARAS... PERO CON GANAS


Noche del sábado, hace calor, sin planes, sin lugar adonde ir. Llegas el vecino, amistoso, sonriendo, su mujer de viaje. Y te sorprende metiéndote mano… Si, entiendes con una sonrisa socarrona, otro carajo casado que sueña con ser tocado, usado por manos grandes y rudas. Comportarse como una puta caliente. Otro más cansado de mirar con disimulo a los hombres que se cruzan en su vida, al que se le corta la respiración ante un tío sin camisa. Ya le habías pillado una vez mirándote el entrepiernas cuando subían en el ascensor. Pero esa noche calurosa, solitaria, con muchas horas para llenar, el vacio hizo acto de presencia demandando ser llenado. Y teniéndole de rodillas le llenarás la boca, haciéndole gemir y babear mientras riente le dirás “si te viera tu mujer”. Montado sobre tu regazo, ambos descubrirían todo un mundo nuevo. Tú que hay más gente y lugares dónde enterrar tu juguete; el otro que podía vivir montado sobre uno de estos sin cansarse. No lo hicieron sin algo de miedo; a ti que te gustara demasiado aquellas apretadas y haladas de sus entrañas y soñaras con llenarles a todos tus amigos los agujeros; el otro con convertirse en un vulnerable adorador de pollas… como le sucedería en efecto. Pero, ¿qué tiene de malo?

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