El
entrenador, silencioso, se acercó a ver la práctica, eran dos jóvenes campeones
y uno tendría que liderar al colegio. Dejará que ellos decidan. Sonríe al
verles transpirar acalorados, disponiéndose a salir de los atuendos. Los chicos
no cambiaban, ni desde los tiempos cuando él mismo practicaba con sus amigos,
entre gemidos, sobadas y lamidas, y Nancy, su novia de antes, y ahora su esposa,
esperaba fuera. Oh, oh, se dice sonriendo y tensando las piernas al ver a Mike
derribando a Todd, levantándolo y enchufándole expertamente. Toma aire
pesadamente, llevándose una mano al entrepiernas, notando los jóvenes cuerpos
tensos, danzando, viendo y oyendo a Mike exigirle que dejara la pereza que le
impedía ser un campeón y que lo apretara como hacen las buenas perras. Y este
replicándole que era un maldito imbécil que no podía llenar ni siquiera un
salero, ya no digamos un culo, que cómo pretendía ser el líder de las
competencias. Parecían discutir, pero viéndoles ir uno contra el otro, escuchar
sus jadeos, entiende que esa dupla lleva rato bien acoplada… Bien, ¿por qué no
dos abanderados para las competencias? Ya les daría algunas indicaciones sobre
cómo, cada uno por su lado, afectar a los chicos de otros colegios. Imaginar
los nuevos trofeos en el aparador de la escuela, todos felicitándoles por
llevarles a la victoria, se sentía tan bien como cuando se abre la bragueta y duro
le echa mano al asunto.
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