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jueves, 23 de junio de 2016

SERVIR Y PROTEGER… CON MANO DURA


Dos robustos y agresivos policías, amigos, casados pero también mujeriegos, han montado su propia campaña para ayudar a los jóvenes a dejar las drogas. Van por esos parajes, que saben son paraísos de fumones, y cuando atrapan a uno, dos o tres, les caen encima. Con gritos, manotazos y amenazas los reducen como a estos dos amigos, a quienes cuestionan “¿así que quieren algo en sus bocas?”, mientras abren sus braguetas. Sorprendidos, ofendidos e irritados esos chicos se resisten, aúllan insultos y pelean. Gritan adoloridos cuando comienzan el “tratamiento”, sintiendo que morirán de vergüenza y ultraje, pero luego lloriquean y se agitan, buscando las duras y pulsantes masculinidades, sorprendiéndose ellos mismos tocándose, besándose o chupando algo del otro, olvidadas ya sus heterosexualidades. Sometidos, aún no entienden que un hombre de verdad pueda transformar a un  sumiso escondido, o liberarle. Sobre la capota, viéndoles usarles a profundidad con duros golpes, sólo son consientes de los mucho que separan sus piernas y levantan sus agujeros, mirándoles con adoración, aunque todavía sorprendidos y desconcertados, a esos machos que han logrado feminizarlos en minutos. Olvidándose de los alucinógenos caerán con todo en su nuevo vicio.

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