Ronaldo
tuvo que ir finalmente con un especialista, el cual se sorprendió con su muy
particular dificultad; aunque heterosexual, al igual que la mayoría de sus
conocidos, el pobre Ronaldo tenía el problema de que en cuanto se la miraban,
todos, absolutamente todos querían tocársela y hacerle una paja. Extraños en
los baños, conocidos en los vestuarios del gimnasio, compañeros de trabajo,
amigos solteros y casados, sus cuñados y hasta uno de sus hermanos. Que fue lo
que le llevó a buscar ayuda. El médico tomó las cosas en sus manos, demostrándole
que no tenía cura, estaba condenado a ser pajeado, y, cuando estaba en el clímax,
tuvo que decirle al farsante ese lo mismo que a todos: “Okay, coño, te lo puedes
tragar”.
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