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lunes, 16 de mayo de 2016

UN VECINO CONSOLADOR


Atrevido y osado, como cada mañana en cuanto el esposo sale, el vecino entra para gozar de las mieles de una mujer casada e insatisfecha que pelea con su marido. Pero le encuentra es a él, ebrio, malhumorado y deprimido. Ella se ha ido a casa de sus padres. Está tan mal que no escucha sus excusas para entrar; ese hombre guapo y grande, lloriqueante, sólo quiere hablar, que alguien le escuchen quejarse. Fue cuando el vecino pensó en irse, pero… la mujer decía que él no podía satisfacerla, ¿por qué si se veía tan bien? El gusanito de la duda le atormentaba ya que… ¡quería follar! Entró para penetrar, para coger. Soñó con llegar, sacarla y usarla para llenar huecos y gozarlo. Ahora la mujer no estaba, pero… Malintencionado le escucha, sentados uno al lado del otro. Le consuela, le dice que todo mejorará, y le toca, lo soba. Eso confunde al otro, le asusta, pero no puede alejarse, no sintiendo el toque, la caricia, oyéndole que todo estará bien porque es guapo y sexy, un calienta braguetas, que cualquiera querría meterle mano. Eso asustaba aún más al marido, pero también le excitaba escuchar hablar así de su cuerpo. No podía alejarse, no mucho cuando le tocó más íntimamente, buscando besarle.


Uno pensaba que tenía que parar, llamar a su esposa y contentarse; el otro en que quería follar, tan sólo eso. Era la hora de la carne dura y palpitante. Aunque, se decía, también, que le haría un favor distrayéndole un rato. Y cuando lo ayudó más, teniéndolo bien montado y clavado, gritando, agitándose, refregándose de su pelvis, entendió la dimensión del auxilio que le prestó: ahora ese guapo tío se conocía mejor, lo que en verdad quería, especialmente si estaban duras. Pero, hombre al fin, es egoísta mientras empuja y saca, sólo piensa en sí mismo: si lograba que el ahora entusiasta tipo, que le saltaba encima prácticamente, llegara a algún tipo de acuerdo con su mujer, tendría a dos para joder.

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