Los
padres de Tinita están preocupados por la niña, a quien le gustan mucho los
chicos, el tener “novio”. Y más angustiado estuvieron al verla salir con uno y
otro, día de por medio (cada vez con una caja de condones bajo el brazo). Una
noche la confrontaron, que no podía engañarles así, y llorosa ella entendió el
punto. Les mentía, no era sincera, así que les presentó. Aunque gritaron y le
reclamaron, cada uno jurando amarla para toda la vida si dejaba al otro, ella,
firme, les dijo que si no salía con los dos no lo haría con ninguno. Que juntos
aprenderían a amarse. Y les guió a ello. Los obligó a tocarse y acariciarse, a
apretar músculos duros, a morder tetillas metiendo las manos dentro del calzoncillo
ajeno, a intercambiar salivas en besos íntimos y chupados. Los hizo alimentarse
de su sexo, las dos bocas, luego intercambiaban el aparato del proveedor. Sonriendo,
enamorada y feliz, amaba ver a uno de ellos chupando al otro también. Ahora sus
padres están mas alarmados, Tinita andaba para arriba y para abajo con sus dos
maridos… Pero saben que no durará, que pronto se cansará, les dejara y buscará
a otros dos. O tres. ¿Qué sería de esos chicos que ahora se besaban en el patio
de la casa? Conociendo a su Tinita, piensa su papá, seguro se los presenta a
una amiguita tan alocada y osada como ella una vez que ya estuvieran bien
enviciados con sus jugos de machos.
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