Un tío
va a Mikonos con la familia, y tal vez
fuera por ese sol intenso en un cielo inmensamente azul, la arena blanca y
tibia, el mar verdoso cargado de historias, o tal vez por el corto speedos que
se atrevió a comprar y lucir en público, recibiendo miradas intensas de otros
carajos recios y guapos, pero lo cierto es que se puso curioso y travieso de lo
que prometían esas sonrisas invitadoras. Tal vez sentir una tocada o recibir
una chupada; lo que nunca imaginó es que terminaría entregándose como ardiente
y sumisa doncella a esos dos dioses mediterráneos. Y, bien, ¿por qué no? No era
probable que volviera en un futuro cercano. Aunque ahora que le había
encontrado el gusto…
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