Cuando
el día de trabajo termina en el taller, el señor Plasencia les regala a sus
empleados un rico momento de convivencia. Lo espera durante horas, hierve
anticipando cuánto disfrutará ese rato; y ya cuando la tarde va cayendo, estos,
entrando en calor, le soban el culo cuando pasan a su lado. Luego… la
liberación, la gozadera. Grita y se estremece, pero sus empleados lo desfrutan
todavía más. De hecho, muchos de ellos pensaban que Plasencia era un jefe nulo
y chimbo como mecánico, pero muy bueno como puto.
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