Trabaja
como siempre, fastidiado ya a esa hora, cuando nota que su colega no sólo no lo
hace, sino que ve pornografía, ¡gay!, sobándose disimuladamente en medio de la
habitación. La temperatura se le sube recordando sus días escolares, viendo
revistas porno con los amiguitos, todos masturbándose, cada quien la suya,
todos con los ojos en las herramientas de los otros, calientes como nunca por
hacerlo en un salón de clases a medio día. “Cúbreme”, jadea el colega todo
ahogado, pasando por su lado, oliendo a sexo rezumado, rumbo a los baños. Y la
sangre le arde, casi tanto como al otro. Le sigue, le pilla, se miran. ¿Para
qué gastar tiempo en auto manoseos cuando hay manos, bocas y demás muy bien
dispuestos? Y en el trabajo, a media tarde, donde cualquiera podría llegar y
pillarles, ¿podía haber algo más excitante?
No hay comentarios:
Publicar un comentario