Noche
de chicos y póker, de cervezas y apuestas, de quedarse un rato más con tu mejor
amigo, alegremente borracho, para despertar sorprendido descubriendo que él, tu
pana del alma, andaba necesitado de algo que no se atrevía a pedir. “Tonto, ¿por
qué no me lo dijiste hace rato? Todo ese tiempo perdiendo entre nosotros, yo
tratándote como a otro de los chicos, tú hablando de las nenas con las que
quieres salir, pero soñando en todo momento con tener tu propio marido. Debiste
decírmelo porque también yo tengo un secretito… O un antojo”. Y confiado se metió de lleno en la nueva
experiencia, sin saber que experimentar le llevaría lejos, o cerca, al regazo
del otro, y que también se perdería en esa nueva emoción.
Bien,
dos tíos jóvenes de sangre caliente bien podían jugar a ratos, ¿no? Había
tantos aburridos martes, viernes y domingos por las noches necesitados de ser
ocupados en algo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario