Diga
lo que se digan parecía invitación. Desde que uno llegara y encontrara al otro
sólo con una pantaloneta, y riendo le señalara el bulto que parecía animado, preguntándole
si estaba contento de ver a un hombre, el juego comenzaba. “Tal vez lo alborota
tu aire de puta; pero, vamos, míralo más de cerca, me dicen las nenas que el
olor las marea”, agregó el otro, empujándole el rostro, sin que este se
apartara mucho, sino que se pegara, riendo más. Una cosa llevó a la otra, y a las lenguas a moverse por un buen rato. Pero
descuiden, son verdaderos amigos; entre ellos la escena desarrollada no creará
problemas.
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